De estudiante a abogado: una transición como ninguna otra

Por Christian Hernández (ABOGADO)

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De estudiante a abogado

Pasar de ser estudiante a abogado de tiempo completo es una de esas transiciones que todos sabemos que van a llegar, pero que pocas veces imaginamos con claridad. Durante los años de universidad, esa etapa profesional parecía una meta lejana: algo que estaba al final de la carrera, como una recompensa tras largas horas de estudio, exámenes, trabajos en equipo y maratones de lectura. Sin embargo, cuando finalmente llegó ese momento, descubrí que no era solo una meta, sino también un nuevo punto de partida.

El cambio fue tan emocionante como desafiante. Tenía muchas expectativas: algunas se cumplieron, otras me sorprendieron y otras tantas simplemente no llegaron como las imaginaba. Me encontré de frente con un ritmo de vida completamente distinto, donde las reglas del juego eran nuevas y donde cada decisión tenía un impacto real, fuera del aula.

No voy a negar que extraño algunos aspectos de la vida universitaria. Extraño, sobre todo, la flexibilidad: la posibilidad de elegir cómo organizar mi día, de tener espacios de respiro entre clase y clase, sin la presión constante de entregar resultados inmediatos.

La vida laboral, en cambio, se rige por otros tiempos y otras urgencias. Hay entregas, clientes, responsabilidades compartidas, y muchas veces la curva de aprendizaje es empinada y rápida. Mi rutina cambió por completo. Ahora los días empiezan temprano, con un café en la mano y una lista de pendientes que se actualiza constantemente. Las semanas pasan volando entre análisis, juntas, llamadas y revisiones.

Estudiar Derecho me dio herramientas muy valiosas: pensamiento crítico, capacidad de análisis, estructura argumentativa. Pero lo cierto es que la práctica legal está llena de matices que no siempre se alcanzan a enseñar en las cátedras.

La primera vez que entré a trabajar en un despacho, noté que los libros y la vida son realmente distintos. Sin duda, considero que la universidad es esencial, sin embargo, mucho del aprendizaje surge en la práctica. Existen supuestos en los que, si bien en derecho deberían de acontecer de cierta manera, en la práctica veces se lleva de forma distinta. La realidad es muy cambiante y derecho siempre lo sigue, pero no siempre logra actualizarse a la realidad.

He tenido que desarrollar habilidades que no estaban en ningún programa académico: gestión del tiempo, comunicación efectiva con colegas y clientes, tolerancia a la frustración, y sobre todo, resiliencia. Aprender a pedir ayuda fue clave, así como aceptar que equivocarse no es fracasar, sino parte del camino.

Otro reto fue la autonomía. En la universidad, tienes un calendario, fechas establecidas, y una estructura clara. En la vida profesional, tú eres quien tiene que marcar el ritmo, priorizar tareas y organizarte para que las cosas salgan, aunque nadie te diga exactamente cómo ni cuándo hacerlo.

Si estás a punto de terminar la carrera, lo primero que te diría es que te des tiempo. Es normal sentirse abrumado al principio. Vas a cometer errores, vas a dudar de tus capacidades y probablemente vas a sentir que todos los demás saben más que tú. Pero eso pasa. Todos hemos estado ahí.

Me hubiera gustado saber que no es necesario tener todas las respuestas desde el primer día. Que está bien preguntar, que está bien sentirse perdido a veces, y que lo importante es mantener una actitud abierta para seguir aprendiendo. Busca un entorno de trabajo donde puedas crecer, donde se valore la formación continua y donde exista espacio para la retroalimentación.

Hoy, después de haber dejado atrás los salones de clase y estar ejerciendo como abogado de tiempo completo, puedo decir que me siento en una etapa de crecimiento constante. Cada día es distinto y cada caso trae un nuevo aprendizaje. Aun cuando las clases hayan terminado, es necesario seguir estudiando y actualizarse, ya sea con un posgrado o de manera autónoma, pero el estudio nunca termina.

Este cambio de etapa no es el final de nada, sino el comienzo de una carrera llena de posibilidades. ¿Qué sigue para mí? Seguir aprendiendo, seguir creciendo y, sobre todo, seguir construyendo una versión de mí que no solo sea un buen abogado, sino también una persona comprometida, ética y apasionada por lo que hace.

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