Al pensar en un abogado, generalmente nos imaginamos a una persona que usa un traje completo, con corbata y saco en todo momento, con el cabello corto en el caso de los hombres o con cortes formales en el caso de las mujeres. Pero en la actualidad esto ha cambiado de muchas maneras, ya que hoy en día las y los abogados no siempre usan el traje ni siguen este estereotipo de vestimenta, a pesar de que dentro del mismo gremio aún existe resistencia a estos cambios, ya que grandes firmas o abogados de la vieja escuela aún exigen a los estudiantes o nuevos abogados que sigan esos lineamientos.
Actualmente considero que muchas empresas, clientes y personas en general han cambiado poco a poco esta idea de que un gran abogado es el que sigue esos estereotipos, y se concentran más en la capacidad y en la forma en que se les presta el servicio. Muchas veces nuestras primeras interacciones son mediante correo o llamadas, y posteriormente, al conocer el resultado de nuestro trabajo y vernos en persona, la imagen pasa a un último término. Esto, claro, no es una generalidad, ya que al día de hoy aún hay personas que ven a un abogado que no usa el traje, tiene el cabello largo o de colores, utiliza perforaciones o tiene tatuajes, y dudan de nuestras capacidades jurídicas.
Yo, por mi parte, he recibido comentarios en diversos lugares sobre si, con mi “apariencia”, puedo atender a mis clientes, si nadie me dice nada en el despacho o que debería dejar de hacerme más tatuajes, ya que “no va con el outfit del abogado”. Son situaciones que resultan incómodas, ya que deberíamos entender que todas estas decisiones son personales e incluso pueden mejorar la confianza que uno tiene en sí mismo, ya que reflejan su identidad. Y no hay nada mejor que un abogado que confía en sí mismo, pues esto es fundamental para dar un excelente servicio a los clientes que representa.
Considero que esta idea de la imagen del abogado, si bien ha cambiado con el tiempo, aún tiene camino por recorrer. Por eso, muchas firmas de abogados y abogados independientes han aplicado medidas como los “viernes casuales” o han buscado alternativas al traje formal, ya que incluso los pantalones de vestir con camisas de otros estilos cada vez son más aceptados. En las juntas o tribunales, de igual forma, cada vez es más común ver abogados que usan playeras tipo polo.
Creo que los siguientes pasos son, antes que nada, dejar de inculcar estas ideas a las nuevas generaciones de abogados. Yo recuerdo que en la Facultad nos pusieron placas, y una decía: “Para ser un gran abogado hay que verse como uno”, o incluso había maestros que exigían el traje para presentar un examen, lo cual carece completamente de sentido, ya que el conocimiento no está en el traje. Al cambiar esa idea, las firmas ya establecidas podrían implementar procesos de reclutamiento donde se midan las capacidades antes que la apariencia, ya que en una entrevista normalmente primero se evalúa cómo te ves y luego lo que sabes.
Estos pasos podrían incluso ayudar a normalizar que la gente en general borre esa idea de la imagen del abogado, y generaría un cambio en lo que se busca en quien brinda asesoría legal. Siempre acudimos a un abogado porque tenemos un tema legal, entonces, sin el estereotipo en la cabeza, podríamos enfocarnos en si el abogado tiene la capacidad de resolver el tema que le presentamos o no, más allá de si su cabello es azul, tiene perforaciones o tatuajes visibles.
Las nuevas generaciones son fundamentales para estos cambios. Si algo les pudiera decir es que no tengan miedo de ser como son solo porque estudian “Derecho” y creen que eso no va con la carrera. Las puertas se abren, y se seguirán abriendo cada vez más, pero nos toca a nosotros y a ellos seguir generando estos cambios y demostrar que nuestra capacidad va más allá de lo que la gente ve primero.
Creo que, a pesar de que nuestra profesión está en constante transformación con la llegada de tecnologías o nuevas ideas, hay cosas a las que el gremio se resiste. Pero es un camino que se debe recorrer. Al final, para ser un gran abogado, se debe estar siempre en constante actualización, no dejar de estudiar y velar por el interés del cliente… más allá del traje que se use… o no se use.